Sentado sobre el suelo, levanto mis manos para escribir en la computadora
algunas sensaciones que me embargan durante ese momento y sin pensarlo me detengo, no hay explicación solo no
puedo, no hay nada que escribir, no hay realmente nada que decir.
¿Qué sería de mi si no pudiera hallar desahogo en las palabras? Cada una de
ellas las tomo prestadas del diccionario y con ellas me voy liberando. Con
ellas me voy desahogando. ¿Dónde están ahora esas palabras? Si siempre me han
acompañado a donde voy, si nunca me han abandonado cuando más las he
necesitado. Ahora sentado sobre la computadora, hago el llamado, solicito de su
ayuda, pero nada parece ser suficiente para que las palabras puedan aparecer.
Generosa y tierna esperanza que llega en el momento adecuado, indagando
sobre lo ocurrido, preguntándose a sí misma si ella debe estar allí. Acumulo de
dudas más que respuestas, nada parece irse solucionando, nada tiene la vía
sencilla para lograr su cometido. Divertido se ha establecido acá.
Me levanto y escucho unas palabras. “Yo soy”, comprendo el significado,
pero no el contexto de por qué han aparecido esas palabras en mi cabeza. Yo
soy. Yo soy Kristofer, un humano promedio, de contextura e inteligencia
promedio. Aja, ¿y ahora? Qué sirve el significado de quien soy para
desahogarme.
Surgen mas palabras en mi cabeza, “Yo ante ti, soy lo que soy” y todo cobra
sentido, hasta que notas que realmente nada tiene sentido. Una sensación de
comprender algo aun sabiendo que no comprendes nada. En el vaivén de nuestras
desgracias, tan pocas son que las alegrías se desbordan. Tan pocos son los
rascacielos que la dicha es solo para algunos.
En aquel entonces no comprendía muy bien la sabia respuesta de mi
subconsciente. Algunas veces quien más solo está, es quien se encuentra más
acompañado. La mente, mi mente, tu mente, la mente que formamos, la que
imaginamos, cual es real, cual es falsa, si todas se nos presentan de una forma
tan tangible que las confundimos entre ellas, ¿Dónde comienza mi mente y
termina la tuya? No hay límites reales entre lo que pensamos y lo que somos. No
hay dicha sin tristeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario