jueves, 21 de junio de 2018

Te extraño




Extrañarte a desmedida a evitado el contenerme y he caido en un aislamiento autoinducido. Se me hace difícil seguir con mi vida como si nada pasara, a nadie le comento lo ocurrido y fijate, estoy acá escribiendo sobre nosotros para que cualquier extraño lo lea. 

No ha sido fácil sobrellevar tu muerte. Hoy tu madre intentó comunicarse conmigo, me ha dicho bajo su duelo y su dolor, que me odia, que me odia tanto que quisiera verme muerto. Recuerdo las semanas que estuviste hospitalizado y te llevé rosas blancas, llorabas al verlas y decías que la culpa era de mis horrendos zapatos, uno de esos días tu mamá me llevó a buscarte ropa, fue la primera vez que compartíamos algo de tiempo, hablaba de como eras de pequeño y me llenaba de preguntas sobre mi vida. Sonreía e increíblemente me sentía bien, nunca le agradé a tu mamá, creo siempre pensó que no soy suficiente para ti, quizá necesitabas a alguien mejor que yo.

No estoy bien e incapaz de sobrellevar esto, no se que hacer. No me concentro en mi trabajo, salgo con mis amigos pero mi mente no está en ese lugar, ya todos lo notan. Lloro en cada instante que estoy solo. Escribirte cartas me hace sentir un poco mejor, una simple mentira piadosa a mi mismo.

Me dejaste un regalo bajo la cama. No podía creerlo cuando lo vi. Pero, gran idea la tuya, disculpame por no barrer a diario bajo la cama, aparte lo pegas a la cama, no se vale. Gracias, no sabes lo abrumadoramente feliz que me sentí, aunque duela me hizo feliz. La fecha es de unos días antes de tu cirugía. ¿Sabías lo que iba a pasar no? Por eso me cantabas llorando La vie en rose, por eso ya no manejabas la scooter. Te rendiste, tenías que seguir luchando. 

Anoche no pude dormir, ayer tuve que irme del trabajo a media jornada, no lo soporté, hoy ni siquiera fui, no se si quedarme en casa unos dias. No estoy bien. Quisiera irme lejos de acá, quisiera desaparecer, quisiera dormir y no despertar. Quisiera estar contigo, hablar contigo, reir contigo. 


Te quiero.

jueves, 14 de junio de 2018

La memoria infectada


...y todo será lo que será.



Quizás mi mente no comprendía hasta que punto estaba inmerso en una situación bastante complicada, sin embargo desde fuera suena mas grande de lo que realmente fue. Vale, entiendo, todo pudo haber salido mal sin embargo no fue asi.

La última vez que le vi, me abrazó, tomo mi mano y la besó, la apretó tan fuertemente que pensé me rompería los huesos. Entre lágrimas solo articula adecuadamente ciertas palabras, toma un gran respiro y me roba un beso. No comprendo realmente la situación, solo me mantengo perplejo río, le pregunto si esta loco normal o loco más de lo normal y con cierta inquietud le pregunto - ¿Pasa algo? No hubo respuesta, ya nunca habrá respuesta.
No le volví a ver, allí fue nuestra despedida, aun sin saber que eso era, una tonta despedida.

Su amor al jazz y nuestro baile (como le llamaba él "gentleman to gentleman) junto a una canción de Norah Jones fue lo que me atrapó y me llevó a descubrir una linda manera de ver la vida. Ese sentido del humor tosco y negro. Su empeño de verme dormir a su lado y despertarme a besos y claro, las citas menos comunes del mundo. Su manera de escribir canciones y dedicarlas al viento, de sentarse en la calle y entonar una melodía con dedicatoria. Su gesto de puchero para sacarme sonrisas cuando me molestaba. Su odio a la fotografía y el amor a su piano de cola. Su atractiva anatomía que llamaba la atención en cualquier lugar y como me decia - te envidio por ser tan guapo, mira como todos te miran-, tonto, esos besos robados en cualquier lugar y las notitas de amor bajo el colchón. 

Una despedida algo truncada, algo insuficiente. Esperé como cada día al girar mi rostro hacia la ventana verle allí parado con un helado ron con pasas al terminar mi jornada de trabajo, esperé salir al balcón al oir una bocina y que fuera de su scooter invitándome a salir. Esperé, esperé pero nunca volvió, ni él ni su canto de La Vie en Rose.

Ya no dispongo con quien discutir sobre semántica, gramática, historia, música, series y la discusiones fuertes sobre cual oreo es mejor, chocolate o vainilla. Ya no dispongo de sus ojitos claros al despertar ni su piel blanca rodeandome. 

No tuve tiempo de decirle tantas cosas, nunca dije cosas importantes, ahora ya es tarde, ya no puedo. No sabia que ese beso seria el último, no le hubiera dejado ir, solo dejó bajo el colchón una ultima nota -te amo, esto es amor-. Y ahi se quebró mi alma. No sirve de nada sentarme en el césped a llorarte, a lamentarme tantas cosas que no dije, ni cuantas veces interpuse mi trabajo a las citas locas que me llevabas, perdí valioso tiempo juntos. El amaba las rosas blancas desde siempre, ahora cada viernes le llevo un ramo, sin embargo ya no puedo ver su sonrisa y esos ojos llenos de lágrimas cada vez, sin importar cuantas veces fueran, cada vez que le daba una rosa.

Lo extraño, 11 días tardé en conocer la noticia, once, once días. Salgo a mi balcón y ya no está quien me ofrecia el casco verde fosforescente que tanto odiaba, la verdad, no lo odiaba, me encantaba y el lo sabia en secreto. 

Aunque no le gustaban se comía mis arepas y decía que era la comida mas perfecta del mundo, gritaba que era el hombre mas afortunado por tener un "esposo" que le cocinaba la comida "mas perfecta del mundo maravillosamente mundial", yo amaba sus bolones mixtos (sin el maní).

Se fué, con aún tantas cosas y planes por cumplir.