lunes, 26 de octubre de 2020

Un chico para un chico

Han sido muchas las cosas que han ocurrido en este año que llevo sin plasmar mis vivencias. Y este es mi momento de reflexión, cada vez que me siento a escribir voy liberando de alguna manera un estrés interno que me atormenta levemente. 

Esta es una carta sin estampilla y sin sobre pues no tengo a quién enviarla, el destinatario ya no está a mi lado cómo siempre lo había soñado. Para algunas personas es difícil pensar en que yo pueda seguir atado a esa persona que ya falleció. Dicen que la vida sigue y que yo debo superarlo, que no es algo para echarse a morir, pero sus vivencias no son iguales a las mías y nunca tiendo a caer en ese conflicto de explicarles el porque me siento como me siento. Pablo falleció hace dos años y me dejó mucho dolor que tuve que llevar sobre mis hombros, pero lo que no murió fueron sus recuerdos, las heridas incluso emocionales sanan pero los recuerdos siempre quedan. Pasa el tiempo y día a día recuerdo como me sentía hace dos años a su lado, comparando los pequeños detalles de las cosas que habíamos planeado juntos, de las inmensos proyectos que habíamos organizado para futuro planteándome cómo hace dos años me veía en el 2020 y como ahora me veo pensando en lo que creía que sería. Me siento justo ahora a plasmar estas líneas pues no cabe la duda de qué me siento totalmente feliz.

¿A que puedo deberle tanta felicidad? bueno pues empecemos a enumerarlo; lo primero y lo más increíble es como lo que siento por Pablo sigue totalmente intacto después de estos dos años. Lo segundo, lo fuerte emocionalmente que me siento pudiendo soportar pérdidas de amistades tan grandes como las que tenía, aunado a estas razones hay muchas más que van desde el aprendizaje laboral que he tenido así como en lo profesional y en lo personal. No es un secreto para nadie que este año nos ha llevado a aprender a todos los seres humanos del planeta teniendo una curva de aprendizaje sobre cómo sobrevivir y cómo comenzar a modificar nuestra “normalidad”. 

Cómo extrañaba volver a mi diario, a este lugar, este blog que me ha visto crecer y que me ha leído desde que escribía tonterías a los 20 años -incluso creo que más joven-, la mayor parte de mi vida ha sido plasmada en este blog y en sus líneas se puede ver mi crecimiento, mi madurez y toda mi vida. He aprendido a perdonar,  a amar y a ser feliz. Por ahora tengo 30 años no sé hasta qué edad siga plasmando mis vivencias aquí pero me encantaría que en mi senectud aún siga escribiéndoles razones de mi intensidad a vivir. 

Lógicamente sigo sin Pablo pero sé que me acompaña cada día de mi vida, aún sigo sin tener una nueva pareja tampoco sin conocer a alguien o sin siquiera comenzar a salir con alguien. Ultimamente me encuentro un poco más optimista respecto al tema, ha pasado ya el tiempo y creo que estoy preparado, igual no estoy buscando nada pero si llega no me cerraré a nada. Me gustaría que Pablo supiera que nuestras metas que planeamos y pensamos se están comenzando a cumplir una a una, qué no cabe duda de qué las cosas han ido mejorando y de qué el futuro que planeamos ya no queda tan lejos como lo veía. Quisiera que supiera que su nombre solo me produce paz y que me encanta ahora recordarlo por qué no siento ese dolor y esas agujas en el pecho,  quisiera que supiera que cada vez que le recuerdo sonrío y sonrío enormemente. 

Hace poco conversando con alguien le dije qué siendo gay era un chico de un solo chico les cuento que esa persona me comentó que no creía y qué seguro de heterosexual sería mujeriego. No entraré en ese tema pues la promiscuidad no tiene nada que ver con la orientación sexual pero en fin no es algo ni que me enorgullezca ni que me haga sentir vergüenza sólo soy lo que soy,  un chico de un solo chico. 

Cuando salgo a caminar me imagino lo lindo que sería estar tomado de la mano de alguien,  no está bien pero tampoco está mal. Cuando me tomo un café mirando a la ventana me imagino haciéndolo con alguien abrazándome, no está bien pero tampoco está mal. Cuando hace frío y estoy viendo una película me imagino riéndome con alguien, no está bien pero tampoco está mal. Lo que esté bien o esté mal me tiene sin cuidado, sólo soy un chico de un solo chico. 

A veces extraño lo que se siente el contacto con otros labios, piel contra piel o incluso el calor de un cuerpo contra el otro. He olvidado muchas sensaciones físicas pero si tengo siempre presente lo que sentía en mi pecho cuando ocurría con Pablo. 

Nada en tiempos de Pablo era perfecto pero tampoco necesitaba que lo fuera, puedo pintarlo todo hermoso y color de rosa, mi perspectiva no tiene por qué ser fiel a la realidad. Así le recuerdo, por qué incluso en sus peores momentos, ahí estuve a su lado. El amor de cuentos de hadas no sé si exista, no lo viví. Junto a Pablo supe el ser incondicional, la impotencia de no poder hacer nada cuando había dolor, cuando por las noches había incontinencia. Ver como sus labios se hacían azules y su piel amarilla, me mostraba como las historias de amor siempre tienen dos caras y que en todo relato siempre hay una parte que jamás se cuenta, que se guarda en secreto y que se mantiene en los recuerdos más profundos hasta que aparecen nuevamente en pesadillas por las noches frías de octubre.  

El mito oriental del hilo rojo del destino habla de cómo los dioses atan un cordón de color rojo alrededor del tobillo o incluso en el dedo meñique de dos personas que deberían conocerse o ayudarse en algún momento determinado en sus vidas. De esta manera los dioses se encargan de unir a aquellas personas que más vamos a llegar a querer independientemente del momento, lugar o circunstancia, por lo que este cordón se puede estirar, trenzar o enrededarse pero jamás podrá romperse. Es de esta forma que pienso que mi hilo rojo estaba atado a Pablo. Un chico para un chico.


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