jueves, 10 de octubre de 2019

Tomar dictado


Dicta un momento emocional que quizás con el paso de las agujas del reloj queda sepultado en un terreno casi cristalino donde mirando de cerca veo mi pasado y mi presente reflejado. 

Dictan las huellas de mis manos que marcan mi individualismo, establecen mis límites físicos y me adentran al llamado subconsciente separando así mi realidad de cualquier otra realidad.

Dictan mis besos un amor elocuente, aquel que no doblega sobre sucesos inesperados pero que llevan de la mano emociones que algunas veces pesan sobre mi cabeza.

Dictan sus sonrisas la alegría encerrada en un alma que solo espera por liberarlas, por descubrir que las sensaciones más tristes traen consigo una felicidad inadecuada.

Dictan la interacción ante cada situación, pues somos esa diversidad que debe existir pero que al parecer deben mantener frenada bajo sus límites. Somos partícipes entonces de una interacción actuada.

Dictan acaso entonces mi huesos el frío que llevan de hace ya varios inviernos. Contemplan la fuerza y el ímpetu de llevar una carga que no pesa pero que te acompañará siempre.

Dictan de ti, de mi. Lo que fuimos, lo que somos y lo que será.

lunes, 7 de octubre de 2019

Le oigo hablar



Murmura sus deseos, se cierne sobre mis hombros, me devora desde el interior, suplica testarudamente por un poco de clemencia. Le oigo hablar, le oigo decirme palabras sin sentido en mi oído izquierdo, replico que por ese oído mi audición falla.

Atraviesa mis murallas y me comenta sobre frases estrambóticas que añora ser parte de mis deseos. Altruista tú que estremeces mis carnes a fin de solo devorar alguna pieza. Le oigo hablar sigilosamente sobre mi oído derecho, le digo que está bien aunque escuche pero no comprenda bien lo que dice.

Se planta frente a mi en el espejo, en su espejo, en el espejo burdo de la autocrítica. Diásporas peregrinando para decirte algo que ya sabias. Analistas que te inducen lo que ya tu conocías. Y la familia, diciendote cosas que ya tú comprendías. Le oigo hablar, pero no lo acepto.

El tacto tan distinto es de lo visual, distorsiona la figura mi idealización de algo tan egolatra y disperso. Una sensación que acaba desde dentro pues le oigo hablar y quiero pararlo. Enmarco mi perspectiva para tenerla allí en caso de necesitarla, un cerillo en mi bolsillo por si quiero quemarla y un abrigo por si quiero taparla. Le oigo hablar pero no toma mi atención, le oigo hablar hasta que su ímpetu  es derrotado ante mi calma y en su momento más débil le oiga hablar en un llanto de zozobra.